“Un gran edificio debe comenzar con lo inconmensurable, luego someterse a medios mensurables cuando se halla en la etapa de diseño, y al final debe ser nuevamente inconmensurable.”
Reflexionar sobre el pasaje de lo abstracto a lo arquitectónico como forma de expresión de manera conjugada con los sistemas de representación, propone un proceso de búsqueda hasta encontrar el eje discursivo, el cual se decide situar en el par que se establece entre lo abstracto y lo figurativo. Sobre esta base se elabora el presente escrito, en donde se pretende posar la mirada sobre ciertos aspectos interesantes de ser indagados, posibles de establecerse en tal contrapunto. Si el dibujo figurativo nos ofrece una ilusión representativa de la realidad, o su prefiguración, basado en convenciones gráficas, por el contrario, la abstracción, entendida como la capacidad de aislar lo accidental y quedarse con lo esencial, está presente en nuestra naturaleza humana desde tiempos remotos y es parte fundante de nuestro desarrollo cognitivo.
En el pensamiento arquitectónico, el proceso de abstracción descompone, fragmentando la realidad para luego ser recompuesta añadiendo un nuevo aspecto a lo percibido, para así crear una estructura inédita; lo analítico y lo proyectual son dos componentes en un continuo movimiento, que permanentemente va de lo real y preciso a lo abstracto, el análisis, y de lo abstracto a lo concreto, el proyecto. Por ende, al hablar de la representación en la arquitectura, entre lo abstracto y lo figurativo podría entenderse una complementariedad, un camino de ida y vuelta entre ambos conceptos. Si a esta relación le sumamos el componente de la ideación, se arriba a la noción de proceso proyectual y sus formas de expresión gráfica.
Estas simples reflexiones no parecen encontrar un correlato directo en el contexto del aula. El mundo en el que vivimos se encuentra cada día más gobernado por el imperio de la imagen, condicionando la mirada y las formas de expresión de las nuevas generaciones, en parte estableciendo límites a la capacidad de imaginar y tergiversando el proceso proyectual, apresurando la obtención un resultado, previo al análisis y al surgimiento de las ideas. Estas circunstancias ameritarían la revisión de planes y prácticas vigentes de estudio, proponiendo tareas que pongan su eje en la importancia del desarrollo del dibujo abstracto como herramienta indivisible del pensamiento de proyecto.