Los documentos aquí compilados y comentados además se nos presentan —a semejanza de la obra de Vespucci— como un mosaico de imágenes ensambladas que nos interpelan también polifónicamente. Componen al Atlántico como el sublime teatro de nexos y conexiones. Aquello que era lo desconocido fue inventado, en el sentido que podía ser también representado y, para hacerlo, los europeos apelaron a un portentoso arsenal de imágenes, símbolos e ideas en circulación desde la Edad Media. Dichos imaginarios serán profundamente resignificados en cada momento a partir de la experiencia vital producto del contacto interoceánico con las nuevas civilizaciones halladas en América. Precisamente dos ejes cruzan la lectura conectada de estos documentos: el primer eje trata de la imagen del otro —constituido en la diferencia ontológica con el nosotros— el segundo, es la idea de frontera —siempre abierta y porosa— no considerada como límite, sino como espacio natural de contacto, de conflictos y resistencias.