Tomé como punto de partida la reflexión sobre la vida, centrándome en la naturaleza del tiempo y en una contemplación profunda. Dando vida a todo lo que ha completado su ciclo y capturando cada momento que deseamos recordar. La vida es efímera y valiosa, mientras que la muerte nos confronta con la finitud. Para lograrlo, utilicé acrílicos y como soporte hojas de diversos árboles que forman parte de mi vida cotidiana. Cada hoja encontrada representa una nueva oportunidad. Al observarla pintada, con sus colores superpuestos y pinceladas que dialogan con el fondo, podemos apreciar la sutileza, singularidad y fragilidad. Reconocemos, sin embargo, que su vida es efímera; en algún momento se desprende del árbol y se marchita. Pero a su vez, se convierten en metáforas de nuestra propia existencia: una obra de arte que nos recuerda la importancia del tiempo e invitándonos a reflexionar sobre nuestra propia naturaleza. La vida, con su esplendor, nos guía a través de un mundo lleno de momentos fugaces y experiencias profundas. Cada paso que damos, cada risa compartida y cada lágrima derramada encarnan la esencia misma de lo que significa estar vivo. Tomo los conceptos de ser y tiempo de Martin Heidegger (1927) quien nos invita a una reflexión auténtica sobre quiénes somos y cómo vivimos nuestra vida en este flujo constante de tiempo, como en estas imágenes donde se encuentra una parte de mí, representada a través de paisajes y recuerdos de mi infancia en este flujo constante de tiempo, como en estas imágenes donde se encuentra una parte
de mí, representada a través de paisajes y recuerdos de mi infancia.