En esta ponencia se plantea que la corriente lingüística de la Escuela de Columbia (EC) se alinea con los principios de la teoría interpretativa de la traducción y, por consiguiente, constituye un marco teórico adecuado para reflexionar acerca de la tarea traductora. Como ya planteaba Durieux (1988), “la traducción no es la lengua ya que esta no es más que la forma o apoyo, y (…) el objeto de la traducción es el fondo, es decir, el mensaje, el enunciado” (p. 3). De manera similar, la EC plantea que debe establecerse una clara distinción entre el código lingüístico y los mensajes que se comunican mediante su uso (Sabar 2018, p. 18). Para la EC (Diver, 1995; Huffman, 2001; Stern, 2019), el lenguaje se asemeja a otros códigos comunicativos humanos (p. ej., la notación musical) en que se compone de un conjunto finito de correspondencias señal‐significado, o signos. Valiéndose de sus capacidades cognitivas, los seres humanos combinan creativamente esos signos para lograr un sinfín de efectos interpretativos. Entonces, cada signo lingüístico sirve meramente como una pista que, al combinarse con otros elementos contextuales, da lugar a una comunicación que es más que la suma de sus partes constitutivas. Por ejemplo, en “the sun’s trying to come through” no hay una palabra individual que indique que hay una resolana; esa inferencia deriva de la frase como un todo. Llevada a la tarea traductora, la mirada de la EC implica que la traducción nunca será de signo a signo o de código a código, sino que lo que se buscará lograr es una equivalencia de efectos interpretativos. La traducción no consiste en reemplazar una lengua por otra, sino que se trata de una verdadera creación de un nuevo texto a partir de las ideas comunicadas por el texto original.