El concepto de nueva disciplina (proyectual) que el Diseño Industrial ostenta como tal; su (forzada) incorporación a otros campos proyectuales con mayor tradición o su tratamiento en conjunto con otras expresiones artísticas o estéticas –penuria a veces compartida con la Arquitectura– han servido para justificar su falta de autonomía disciplinar y aun epistemológica, particularmente a la hora de construir un relato histórico propio.
Este vacío historiográfico y el consecuente desplazamiento a mitos fundacionales se patentiza en la atractiva parodia (pre)histórica que Ettore Sottsass (1917-2007) utilizaba para explicar el surgimiento del Diseño Industrial como actividad autónoma, atravesada por la técnica, la estética, la tradición y la alegoría1. La metáfora del viejo cazador tribal devenido en constructor de arcos y flechas, cubría conscientemente los siglos silentes de una práctica de límites difusos y con actores anónimos, que ocupó efectivamente un campo que la historiografía reconoce como autónomo solo a partir de otras fundaciones, no menos míticas pero funcionales a la construcción del Movimiento Moderno.
En este sentido, la obra compilada por Rosario Bernatene cristaliza una serie de preocupaciones que instaló tempranamente en el campo de la docencia y la investigación en el Departamento de Diseño Industrial de la Facultad de Bellas Artes de la UNLP.