El presente trabajo surge a partir de la experiencia realizada en el pasaje por distintas instituciones carcelarias en las que he desarrollado mi tarea como extensionista/tallerista, contexto en el que la pregunta acerca de los aportes o contribuciones que el Psicoanálisis puede hacer a las instituciones, y sobre sus posibles intersecciones con el campo de lo social, siempre se renueva.
Hasta fines del año 2021 formé parte del Programa “Palabras que abren puertas” perteneciente a la Facultad de Psicología, dispositivo de inspiración psicoanalítica que todos los años oferta talleres organizados en tres ciclos de Escritura, Lectura y Crónicas, en distintas instituciones públicas, carcelarias y por fuera también de este ámbito, constituyendo así un espacio de formación y de acercamiento a la comunidad. En particular, a partir de algunos textos producidos por los participantes del taller de escritura, como también de conversaciones que tenían lugar allí, y que acompañaban el proceso mismo de escribir, advertí que en varios
de estos relatos, se repetían las escenas de violencia como solución y/o manifestación frente a los conflictos y obstáculos de la vida diaria. Observé particularmente el caso de algunos escritos en donde la violencia era relatada de forma más bien cruda, sin velos, y en otros, donde la misma era más o menos tamizada. También los casos de quienes elegían no plasmarla en la escritura directa en el papel, pero sí en los relatos orales que acompañaban muchas veces los encuentros del taller. En todos los casos, dichos escritos ilustraban un estilo
y una historia de vida de cada sujeto donde las violencias de todo tipo estaban presentes.
Como resultado de estos encuentros y de las historias que allí circulaban comencé, entonces, a interesarme por el fenómeno de la violencia en la época, como expresión de la ruptura del lazo social que deja al sujeto a merced de sus pulsiones.
En la época, marcada por la lógica del empuje a gozar como imperativo superyoico, y frente a la caída de las grandes autoridades simbólicas, caracterizada además por el declive del Nombre del Padre como semblante que opera velando ese real imposible de simbolizar, es factible aventurar al menos una hipótesis: el fenómeno de la violencia se presenta, en nuestros días, como la puesta en acto de la pulsión de muerte, del goce desmedido y liberado de algún ordenamiento simbólico posible, capaz de oficiar de borde para el sujeto.
Con la certeza de que allí donde falta la palabra, lo que emerge es la violencia y sus desplazamientos, comencé a preguntarme acerca de la escritura y sus posibilidades para el abordaje del goce. Si en la actualidad vemos que el sujeto está cada vez más cerca del pasaje al acto violento, comandado por el empuje a gozar, que lo conduce una y otra vez por los caminos de la pulsión de muerte, entonces, ¿qué política posible puede presentar el Psicoanálisis frente a lo que del goce resulta ineliminable y resistente a su domesticación? En este sentido, ¿puede la escritura hacer de borde, de límite frente al pasaje al acto violento, operando como tratamiento al goce que arrasa al sujeto? Tal es el interrogante que me propongo explorar en el presente trabajo, así como también precisar de qué tipo de escritura se trata cuando hablamos de tratamiento del goce, y sus posibles efectos en el ser hablante.