En 1833, Charles Darwin arribó a las islas Malvinas como naturalista de la expedición de “El viaje de H.M.S. Beagle”. Sin planearlo, se convirtió en el testigo más oportuno del dramático destino que se proyectaba sobre el único mamífero terrestre del archipiélago argentino: el zorro-lobo malvinero (Dusicyon australis).