En español
La educación comparada, como campo de estudio, se aferra a dos mitos de su propia cosecha: que es útil para asesorar a los gobiernos sobre política educativa y que se dedica a comparar. Sus enredos son más recientes que sus mitos, aunque casi igual de corrosivos: por ejemplo, que PISA y las clasificaciones mundiales de las universidades son una forma de educación comparada, y que esta última se describe bien con la nomenclatura “educación comparada e internacional”. La buena noticia es que comienza a ser posible plantear por qué la “educación comparada” sigue transformándose pero también por qué es improbable que desaparezcan sus principales enigmas intelectuales.
En inglés
Comparative education, as a field of study, clings to two myths of its own making: that it is useful for advising governments about educational policy; and that comparative education compares. The muddles of comparative education are more recent than its myths, but are almost as corrosive: for example, that PISA and university world-rankings are a form of comparative education; and that comparative education is well described by the nomenclature “comparative and international education”. The good news is that it is becoming possible to suggest why “comparative education” keeps morphing but also why its core intellectual puzzles are unlikely to disappear.