Los niños/as y adolescentes son analizadores privilegiados de las instituciones y de la sociedad, dado que sus acciones resultan disruptivas y obligan a revisar instituidos, además de verse colocados en el epicentro de fenómenos sociales complejos como la tendencia a la cosificación propia del proyecto neoliberal salvaje que lleva a modos de descomposición subjetiva y al incremento de actos y prácticas carentes de empatía. El debilitamiento del tejido social y la crisis de las instituciones vinculadas con las infancias, generan el terreno propicio para la producción de efectos desubjetivantes.
Este trabajo tiene como propósito introducir algunas consideraciones desde la perspectiva psicoanalítica sobre los efectos sexualizantes producidos por el adulto en tiempos de organización del psiquismo infantil. Los siguientes interrogantes surgidos de la práctica clínica con niños/as y adolescentes motivaron la indagación teorética: ¿qué define la especificidad del concepto de abuso? ¿en qué se diferencia de otros modos intromisionantes de ejercicio de la sexualidad del adulto? ¿qué indicadores clínicos son relevantes para evaluar el destino que esas inscripciones tuvieron en el psiquismo infantil? ¿hacia dónde debe orientar sus intervenciones el analista? En función de este objetivo, esta comunicación se sustentará en los desarrollos metapsicológicos de Sigmund Freud en torno a la sexualidad, y en los aportes de autores posfreudianos como Jean Laplanche (1989, 1992, 1996) y Silvia Bleichmar (1993, 2011, 2016) que han planteado una perspectiva crítica y enriquecedora en relación al origen de la pulsión sexual y a la función del adulto en la constitución del psiquismo infantil.
Enorme dificultad acarrea el abordaje terapéutico de los efectos sufrientes que ocasionan los excesos de sexualización del adulto en el psiquismo de niños/as y adolescentes, tanto aquellos producto de situaciones de abuso, como de seducción u otros modos intromisionantes.
Consideramos que la tendencia del analista a tratar de comprobar si es verdadera o falsa la sospecha de un posible abuso, puede terminar produciendo efectos abusivos sobre la mente del niño/a. Del mismo modo, se corre el riesgo de construir una causalidad lineal que remita al acontecimiento y se omita la búsqueda de la causalidad psíquica con sus sobredeterminaciones y heterogeneidades simbólicas.
Ni reintencionalizar los efectos del inconsciente, ni reducir al sujeto como víctima pasiva simplemente de la acción del otro, sin tener en cuenta el nivel de producción fantasmática que la operatoria del otro impone y el nivel de excitación que se genera en el cuerpo, son las tensiones a las que se enfrenta el desafío de nuestra práctica terapéutica.