Las relaciones entre la antropología y la lingüística han sido sumamente fructíferas en la historia de ambas disciplinas. Entre los primeros antecedentes podemos encontrar los trabajos etnográficos pioneros en los que el conocimiento de la lengua de la comunidad en estudio constituyó una condición primaria para la eficacia de la comunicación y la recolección de información en las situaciones de contacto durante el trabajo de campo. A su vez, el registro de la multiplicidad de lenguas mostraba un panorama de la diversidad de culturas y lenguajes, que tomarían distintas connotaciones en el marco de las teorías antropológicas de fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX.
Con posterioridad, las relaciones disciplinares continuarán atravesando una serie de postulados teóricos troncales para la teoría antropológica centrados en la reflexión sobre la relación entre lenguaje, pensamiento, cultura y visión del mundo. Las lenguas son vistas como sistemas complejos de signos verbales, con estructuras jerárquicas, categorías gramaticales, reglas sintácticas e inventarios léxicos amplios.