Cuando un médico trata a un toxicómano, no tiene ante sí sólo a un enfermo, sino también a un ser influenciado por organizaciones delictuosas que lo explotan y tratan de hacerlo persistir en su enfermedad. Las armas terapéuticas del médico son débiles, si no se ven acompañadas de una acción orgánica de orden nacional e internacional, son a su vez indispensables.
La lucha contra las toxicomanías implica pues, una faz médica y otra de carácter público y social. Para exponer el alcance de la faz médica, se puede tomar el ejemplo de la lucha contra el alcoholismo, que tiene en su haber logros de importancia.