Luego de la incertidumbre y el miedo inicial, en marzo de 2020, siguió una etapa de repensar nuestras prácticas para dar paso a nuevas experiencias. Con todas las limitaciones, la sensación de habernos podido repensar y recrear, nos ha fortalecido como Equipo Docente. Tomamos conciencia de que la mediación de las tecnologías digitales en el proceso de enseñanza-aprendizaje, crece y se imbrica en dicho proceso, modificándolo.
Una de las convicciones de la pospandemia es que el diseño de materiales digitales y la educación apoyada en plataformas virtuales amplían y extienden el aula de clase; la educación superior resulta impensada hoy sin esos recursos (Dussel, 2020). Pero sólo podrá alcanzarse tal innovación si el perfil docente se redefine y se abre a la incorporación de nuevas competencias, aquellas que buscando siempre el objetivo de favorecer los aprendizajes, generen aulas en las que la tecnología mejora dicho ambiente (Maggio, 2018).
La virtualización obligatoria del dictado de clases nos obligó a repensar el qué, cómo y para quién de nuestras prácticas docentes como cátedra. Comprendimos también que el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) no es suficiente para garantizar el aprendizaje o generar una innovación educativa; Para que las TICs se transformen en Tecnologías del Aprendizaje y del Conocimiento (TACs) deben encontrar su lugar y cobrar sentido en relación al currículum (Mora López, 2013).