El mundo contemporáneo se distingue nítidamente de otros tiempos de la historia de la sociedad humana por la preponderancia del tiempo sobre el espacio y su consecuencia: la aceleración constante. Pero no se trata solamente de la sensación de cambio vertiginoso en que estamos sumidos. Más aún, esa sensación es sólo un reflejo del fenómeno principal: el escenario de la competencia por el poder y los bienes se ha desplazado del espacio al tiempo y la libertad ha mudado de naturaleza: es realmente libre sólo quien tiene libertad de movimientos. En estas condiciones, la globalización es sólo un momento en el que las sociedades redefinen sus relaciones en el tiempo y en el espacio 1 y no una etapa en nuestro proceso evolutivo. Esto es, se trata de una situación temporaria y frágil, aunque seguramente muchas de sus características perdurarán en la sociedad humana.
Entre sus múltiples causas se debe destacar la aparición vertiginosa de nuevos actores mundiales, que intervienen en todos los escenarios de la vida humana sobre la tierra. De algún modo estos actores son la culminación del proceso que concibió como principal actividad del hombre a la producción e intercambio de bienes, primero reales y luego simbólicos, y la proyectó como una actividad de expansión y progreso continuo, 2 cuya lógica le imponía no tener límites y por ende, concebía como una oposición a su desarrollo la soberanía de los Estados. La sociedad global de mercado es el triunfo de ese proyecto, aunque por su propia naturaleza cambiante e inestable, probablemente sea sólo efímero.
Algunas de sus características, que analizaremos enseguida, tanto como pueden inaugurar tiempos más obscuros, abren posibilidades originales al desarrollo humano: el diálogo entre las culturas sobre la base de su recíproco respeto puede encontrar el fundamento de una nueva normatividad, que restituya al centro al hombre, a todos los hombres y a cada uno en particular. 3 El instinto social de supervivencia puede impulsar a los pueblos en este camino, por lo que imaginarlo no es una utopía.
En este trabajo presentamos uno de esos aspectos: la posibilidad de generar juridicidad a partir de los procesos de integración regional, cuando estos se funden, a su vez, en la reconstrucción de espacios y tiempos de sentido.