La idea de transfundir, o sea inyectar por venoclisis sangre ajena, con el propósito de sustituir pérdidas ocurridas, o sangre enferma por sana, o sangre vieja por Joven, así como de proporcionar a través de este procedimiento salud y juventud, es antiquísima y sus principios llegan a una remota antigüedad.- Ovidio nos refiere como Medea introdujo en los vasos de su suegro Anquises, sangre de animal con el propósito de rejuvenecerle.- En el siglo XVII y XVIII dicha idea comenzó a aplicarse con mayor intensidad. Sin embargo nunca llegaron en esa época a realizar verdaderas transfusiones como las actuales, dado que tropezaron siempre y hasta Landsteiner en 1901, con los inconvenientes ignorados y hasta entonces insalvables de las isohemolisinas y aglutininas.- Posteriores y actuales investigaciones hacen de la transfusión de sangre total o de plasma, un procedimiento terapéutico de alta jerarquía, en la cual deben encontrarse reunidas investigaciones de laboratorio, e idoneidad por parte de quien la realiza, como podremos apreciar en el transcurso de nuestra exposición