Jasmila Žbanić nació en Sarajevo en 1974. El año importa porque allá las fronteras y los países son, todavía hoy, territorios en disputa. Nació en una ciudad de la República Federal Socialista de Yugoslavia, vive en la capital de Bosnia y Herzegovina. Una conclusión evidente es que los nombres de las ciudades duran más que los de los países. Žbanić es la directora bosnia contemporánea más importante.
Žbanić vivió la desintegración de Yugoslavia y las guerras bosnias entre sus 18 y 22 años, y su ciudad estuvo sitiada durante casi cuatro años, el sitio más extenso de las guerras modernas. Su cine es un ensayo, una indagación individual y colectiva sobre cómo un país puede existir después de una guerra si esas heridas no se enfrentan, si los traumas no se colectivizan, si no se enfrenta el pasado, si no hay juicios para los genocidas. Es decir, cómo puede seguir adelante un país si sus habitantes se enfrentaron entre sí, vecinos, amigos, compañeros de trabajos, de escuela, con un nivel de violencia y crueldad difíciles de comprender. Cómo puede continuar un país con un acuerdo de paz transitorio que, treinta años después, sigue sin resolverse. El cine de Žbanić se pregunta si pueblos que vivieron una guerra con matanzas y crímenes de lesa humanidad equiparables al nazismo, pero entre vecinos de un mismo barrio, y que no asumen sus responsabilidades ni juzgan a los culpables, pueden continuar hoy siendo parte de un mismo Estado Nación.