El pasado 24 de febrero, Rusia lanzó una “operación militar especial” en Ucrania, en respuesta a lo que juzgara como una amenaza de Ucrania, apoyada por la OTAN, contra su propia seguridad territorial. Lo que parecía ser una invasión convencional sobre suelo considerado enemigo, terminó siendo al cabo de pocas semanas, la continuidad de la “guerra híbrida” en el sudeste ucraniano que se venía dando entre ucranianos (occidentalistas y europeístas versus rusófonos del este) desde 2014, tras el “Euromaidán”.
Para muchos analistas, no era más que la ratificación del carácter imperialista de siglos, del cual está impregnado el ADN ruso -“autoritario de corazón y expansionista por hábito”- (Tsygankov, 2012).
Para otros, fue una acción motivada por el mal cálculo del Presidente Putin y la elite del Kremlin, quienes exageraron aquella amenaza y cuando se lanzaron a esta suerte de aventura militar, tuvieron que reconcentrarse al poco tiempo, en un objetivo minimalista, como retener para sí, el sudeste. Sin embargo, este “paper” no coincide con este par de visiones e intenta mostrar y explicar otra hipótesis, tal vez, más “culturalista”.
Lo interesante es que tales acciones del gobierno ruso, tienen una enorme representatividad simbólica en la propia opinión pública nacional. Hay, desde aproximadamente 2011, lo que podría ser considerado como “el efecto Bolotnaya”, en honor a las protestas juveniles opositoras en Moscú contra el putinismo, un enorme consenso societal de apoyo a las sucesivas acciones rusas, de anexión (o “recuperación) de la Península de Crimea (2014), la intervención militar en Siria (2015) y la “operación especial” en Ucrania (2022). En función de dicho consenso, Putin ha tenido las manos libres para actuar como lo hizo, incluso midiendo los costos eventuales que pagaría Rusia, en función de las sanciones a las que la sometería “Occidente” (Montes, 2014).
Este trabajo intentará describir, con el aporte de la teoría constructivista de Relaciones Internacionales, cómo se forjan esas visiones societales rusas, a la manera de identidades, legitimando sus acciones militares fuera de su territorio, en aras de recuperar, no alguna veleidad imperial, sino, simple y sencillamente, una voz de cierto respeto en el concierto internacional, no obstante el bloqueo y encierro al que se ve sometida Rusia, por parte de la Unión Europea y Estados Unidos.