A más de quince años de su adopción por las Naciones Unidas, la Responsabilidad de Proteger (RDP) está atravesada por una paradoja: mientras son cada vez más las resoluciones de los órganos de la Organización que la nombran y la Asamblea General celebra debates anuales que revelan una aceptación casi unánime de su denominado primer pilar, la discusión sobre su tercer pilar, que tuvo mucho vigor tras las intervenciones en Libia y Côte d’Ivoire en 2011, fue apagándose hasta casi desaparecer. Esto no se debe a que haya un consenso en torno al tercer pilar, sino más bien todo lo contrario: la palmaria inacción del Consejo de Seguridad frente a graves crisis humanitarias revela que se está muy lejos de un acuerdo para la acción frente a las atrocidades que integran el ámbito material de la RDP.
En esta ponencia reflexionaremos sobre esta paradoja, y argumentaremos que es el resultado de la estrategia desplegada por los Secretarios Generales –y otros actores favorables a la RDP– que, buscando construir el consenso en torno a los aspectos menos controvertidos del concepto, ha terminado por quebrarlo, reduciéndolo a sus dos primeros pilares, y evitando toda discusión –y, por lo tanto, desarrollo– del tercero.