En julio de 2018 el Gobierno de Estados Unidos lanzó una ofensiva económica y estratégica contra China cuyo componente más evidente eran las medidas proteccionistas contra las importaciones desde el país asiático pero que contenía también medidas para restringir el aprovisionamiento de tecnología a China, y restricciones a la operatoria de empresas tecnológicas chinas.
En el campo tecnológico, Estados Unidos lanzó numerosas medidas para estimular su desarrollo tecnológico y frenar la disponibilidad china de alta tecnología. En el sector privado este escenario dio lugar a políticas de relocalización de empresas motivadas no solo por razones económicas sino estratégicas: la geopolítica ganó un lugar en la toma de decisiones de inversión, que no había tenido en la época dorada de expansión de la globalización dirigida por la tasa de beneficios.
Los esfuerzos para el avance tecnológico de las grandes potencias y las grandes empresas provocará un incremento de su poder económico y estratégico en el mundo y, como contracara, profundizará el atraso relativo de los países menos desarrollados con bajas inversiones en ciencia y tecnología y educación.