En nuestra hermana Bolivia hubo elecciones, se corrieron rumores de fraude, grupos opositores –derrotados y hasta no candidatos– se manifestaron violentamente, las fuerzas policiales se auto-acuartelaron, los manifestantes secuestraron oficialistas e incendiaron sus casas, la Organización de Estados Americanos recomendó(2) hacer nuevas elecciones, el presidente constitucional Evo Morales Aymá convocó a nuevas elecciones, pero las fuerzas militares le “recomendaron” que renunciara.
Ante ese panorama, quien aún cumplía mandato constitucional presentó su renuncia –la cual sigue sin ser aceptada formalmente– y una senadora (Jeanine Áñez), que estaba cuarta en la línea sucesoria, asumió la presidencia sin siquiera quorum legislativo.
Así, según estas propiedades empíricas de la situación boliviana, a los fines pedagógicos del presente texto (pero sin querer favorecer a la asepsia política en términos de “neutralidad”), podríamos iniciar afirmando que “aconteció el renunciamiento de Evo Morales Ayma”.
Ante los hechos relatados se abren –como mínimo– tres grandes posibilidades de interpretación de lo acontecido que permiten definir-afirmar que: a) fue un golpe de Estado, b) no hubo golpe de Estado, Evo renunció por haber cometido fraude electoral o c) hubo un golpe de Estado, pero Evo “se lo buscó” por haber querido cometer fraude.