Cuenta Robert Graves que el rey Tántalo era amigo íntimo de Zeus, “quien lo admitía en los banquetes de néctar y ambrosía del Olimpo, hasta que la buena suerte le trastornó la cabeza, reveló los secretos de Zeus y robó los manjares divinos para compartirlos con sus amigos mortales”. Por este y otros delitos, el castigo divino para Tántalo fue la ruina de su reino, la muerte y el sufrimiento de un eterno tormento.
Este mito podría ser la clave para intuir, desde la metáfora y la alegoría, la crítica que Robert Lucas hiciera en 1976 a los modelos macro-econométricos de la entonces llamada “teoría de la política económica”.
Sin entrar en las cuestiones técnicas que sería necesario detallar para entender completamente la crítica de Lucas, una síntesis (quizá demasiado simplificadora) sería la siguiente: cuando los modelos macro keynesianos de las décadas del 60 y 70 intentaban predecir los efectos de la implementación de una política, sobre la base de la estimación de parámetros a partir de datos previos a la implementación de la política, se cometía el error metodológico de suponer que los parámetros del modelo no cambiarían a causa de la política.