Revolución Industrial es el nombre –algo discutible, como veremos más adelante- que se le ha dado comúnmente al periodo de crecimiento económico y transformaciones tecnológicas y sociales ocurridas en Inglaterra hacia mediados del siglo XVIII. Este proceso es de vital importancia puesto que es considerado un momento clave del desarrollo económico del modo de producción capitalista que gobierna hoy nuestro mundo, análogo al de la Revolución Francesa en el terreno de lo político, lo jurídico y lo cultural. Por ello, es que hablamos de una doble revolución que derrumbó el viejo orden del Antiguo Régimen para dar inicio a la Historia Contemporánea, es decir, el momento de la historia, como vimos en el capítulo anterior, en que se configuraron los grandes pilares económicos y sociales en los que vivimos hoy.
A pesar de que en el imaginario popular y los manuales de historia suele asociarse la Revolución Industrial con los buques de vapor, las grandes fábricas y los ferrocarriles, veremos que en realidad esos símbolos corresponden a una etapa posterior de un proceso capitalista comenzado previamente, que tiene al algodón como protagonista.
Para esquematizar un poco y clarificar la situación, llamaremos Revolución Industrial al periodo de emergencia de la lógica capitalista de organización del trabajo, caracterizado por la producción de manufacturas, que se inicia a mediados del siglo XVIII. Por manufacturas, entenderemos, a su vez, la producción industrial primigenia de tipo artesanal, anterior a la producción mediante grandes maquinarias. La Segunda Revolución Industrial suele llamarse al período de producción en serie basada en grandes maquinarias e innovaciones tecnológicas como la máquina de vapor y el carbón, que tienen lugar a partir de 1830.