La biodiversidad es el sustento de la mayoría de las actividades humanas; es parte esencial de nuestras culturas e identidades y es crucial para amortiguar los efectos del cambio climático y la desertificación, especialmente en las regiones más secas del planeta (ver la Introducción de este libro). Por ello, en todo el mundo se han impulsado diferentes estrategias tendientes a promover la conservación y uso sostenible de la biodiversidad, como el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), las Metas de Aichi y del Acuerdo de París. Sin embargo, en su último informe internacional, la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios del Ecosistema (IPBES, 2019) advirtió sobre la pérdida de biodiversidad a niveles alarmantes, el incremento de la tasa de extinción de especies, y con ello, la capacidad de la naturaleza por contribuir al bienestar de las personas.
El desafío es integrar el conocimiento tradicional y el científico sobre la flora nativa y sus potencialidades para generar estrategias de uso sostenible y contribuir con su valoración y conservación ex situ. En este sentido, las biotecnologías y la bioprospección vegetal ofrecen la posibilidad de explorar nuevas fuentes de potenciales cultivos y bioproductos, generar conocimiento sobre sus potencialidades y abordar estrategias de propagación y conservación.