En 2015 se produjo la primera movilización Ni Una Menos, este acontecimiento se identificó como el comienzo de la cuarta ola del movimiento feminista en la Argentina. Entre la masividad de representaciones en torno al signo mujeres que se llevaron a cabo en este periodo, muchas de ellas buscaron inrrumpir en el sistema de representación dominante con imágenes de este sujeto que más se asemejen a la <nueva> comprensión de la mujer que se estaba gestando en el imaginario cultural post cuarta ola feminista. Representaciones y comprensiones que dieran cuenta además de formas de vivir la identidad disímiles a lo que el sistema patriarcal visual proponía como canon. Este periodo coincide con mis inicios en la investigación, a partir de esto decidí analizar las representaciones de las mujeres en producciones escénicas performáticas que se llevaron a cabo en la ciudad de La Plata.
Lo primero que hice fue analizar la construcción del signo mujeres en escena. Me propuse investigar de qué manera estas nuevas representaciones eran construidas performativamente en mi campo de estudio: los acontecimientos escénicos. Es decir cómo se construía el signo mujeres en plural con sus respectivas “modificaciones” y/o “cambios” sustanciales; en contraste con el signo mujer, (figura idealizable) en singular.
Las categorías de mujer y mujeres son entendidas como signos en un sistema que necesita ser inteligible. Por tanto entenderlas como tal habilita pensar sus representaciones en las artes escénicas en diálogo con el sistema de imágenes, la cultura visual, en el cual se insertan. Considero que estas representaciones habilitan interrogantes para pensar en clave crítica al feminismo en la contemporaneidad. Ahora bien, el uso de estas categorías no ha sido algo sencillo y lineal, sobre todo luego del momento suspensivo que atravesamos desde los feminismos, en donde se intentan evitar cristalizaciones.
Como primeros acercamientos puedo determinar que los casos de estudio que seleccioné trabajan a partir de la subjetividad e identidad de cada artista sin pretender producir universalidades ni generalidades en torno a las mujeres; es decir sin pretender mostrar, -cómo había creído en un momento a raíz de la masividad de imágenes que estaban circulando-, formas alternativas de vivir lo femenino, o de la feminidad, que de tanto extenderse como alternancia se terminan instaurando como nuevos cánones. Contrasto mis casos de estudio con otros periodos artísticos en dónde las producción artística feminista que interrumpieron en la escena de aquel momento sí insistieron fuertemente en la necesidad de mostrar formas alternativas más universales, bajo la necesidad de visibilizar aquello que estaba quedando por fuera, debido al contexto y el régimen escópico de la época, como por ejemplo las realizadas para Mitominas I y Mitominas II.