Siempre resulta sospechoso que un músico se entregue a la introspección analítica, más aún cuando se trata de un compositor que asume la peligrosa tarea del autoanálisis. Pierre Boulez (1963) nos avisa e inmediatamente lo hace para la edición de sus conferencias en Darmstadt reunidas bajo el título Penser la musique aujourd hui [Pensar la música hoy] (Boulez: 1963)1.
El que avisa no traiciona dice el conocido dicho. Hablar acerca de la propia estética es algo incómodo pero a la vez resulta inevitable para un compositor; más aún cuando ya se peinan algunas canas. Sumado a esto y salvo algunas excepciones, la ausencia en la Argentina de una crítica musical interesada en la música reciente, que vaya más allá de la glosa periodística, que le exija una lectura reflexiva y atenta, es la nota que marca un estado del arte en la música muy asimétrico respecto al cine o a las artes visuales.
El artista, como el filósofo, es un testigo de su tiempo en el cual, mediante sus propios medios expresivos, busca decir algo. Hoy resulta ineludible recuperar ese título bouleziano, «Pensar la música hoy» y que se inscribe en esa larga tradición inaugurada hace más de dos siglos y que es, en tanto inquietud y pregunta sobre lo actual, algo permanente para el artista.