En las últimas décadas, uno de los debates que se resalta en el campo educativo a nivel mundial, es la tendencia a la expansión y generalización de la educación de la primera infancia y la descentralización de la toma de decisiones con la inclusión de la participación de las familias. Las formas escolares para esa población están marcadas por un debate sobre la edad adecuada de escolarización y el incremento de la inclusión de órganos de gestión del cuidado y de lo educativo por parte de las propias familias en grupos comunitarios (Egido Galvez, 1999).
Asimismo, los estudios de las prácticas de crianza entraron a las ciencias sociales en el seno de los estudios feministas (Perez Blanco, 2019) sumándose a los estudios socio históricos sobre las concepciones sociales de la infancia. Como plantea la tesis de Perez Blanco “el concepto de cuidado incluye como uno de sus componentes esenciales las atenciones que reciben los más pequeños. En general, en este campo se ha considerado la perspectiva de las mujeres madres y su necesidad de políticas públicas que garanticen una distribución equitativa de los trabajos que entraña criar a lxs niñxs…” (Perez Blanco, 2019, p. 28).
Las categorías conceptuales y desarrollos teóricos que se consideran en este capítulo se han producido en la delimitación de un campo de estudio sobre la infancia dentro de algunas disciplinas y en el límite epistémico de ellas, como dice Carli (2017) “en los bordes de las disciplinas”. Vincular la educación, los cuidados infantiles y los dispositivos comunitarios es seguir indagando sobre la tensión –o la amalgama– de la experiencia educativa, incluyendo las redes de cuidado y/o el papel del Estado en la provisión de los mismos.