La narradora describe una escena en un bar en la que se siente observada por una mosca que, con su presencia, refleja la soledad y el paso del tiempo. Mientras la mosca parece ser testigo de sus pensamientos y recuerdos, especialmente de un amor perdido, su presencia se convierte en un símbolo de la rutina y el dolor emocional. La narradora observa cómo la mosca es aplastada por el camarero, lo que genera en ella un suspiro de resignación. Al dejar propina y salir del lugar, se promete olvidar ese amor que aún la persigue.Las ilustraciones realizadas de forma analógica enriquecen y acompañan el relato, ofreciendo una dimensión visual que refuerza la narrativa. A través de su estilo y técnica, estas imágenes no solo ilustran la historia, sino que también transmiten emociones y matices que profundizan la experiencia del espectador.