Quimey posee una almohada única y mágica que convierte sus sueños en aventuras extraordinarias. Cada noche, al posar su cabeza sobre ella, su almohada lo transforma en los animales que vio o leyó durante el día. Si Quimey ve un zorro en la televisión, al dormir se convierte en uno y corre por los bosques; si lee sobre jirafas, se transforma en una y observa el mundo desde las alturas. Esta almohada es tan especial para él que nunca la deja en casa, y cuando su tía lo invita a dormir, siempre responde que irá, pero con su almohada. Un día, su maestra le pide que lleve un juguete para compartir con sus compañeros. Quimey decide llevar su almohada, convencido de que no hay nada más mágico que ella. Durante la actividad, cuenta emocionado sus experiencias nocturnas, y hasta su maestra se sorprende y le pregunta dónde podría conseguir una almohada tan fantástica. Sin embargo, una tarde, un suceso inesperado pone en riesgo la seguridad de su amada almohada. Cuando el veterinario informa que su perrita tiene pulgas, la casa entera se moviliza en una limpieza profunda. Todos deciden lavar sábanas, ropa y almohadas, y al escuchar esto, Quimey se asusta y corre a esconder la suya para evitar que la laven y pierda su magia. Esa noche, recupera su almohada, apoya su cabeza en ella y se duerme. En su sueño, descubre que ahora es una diminuta pulga. Su tamaño es minúsculo, no tiene manos ni pies, y pasa la noche esquivando las enormes uñas de su perra, que intenta rascarse el cuello donde él se encuentra. Experimenta de primera mano la incomodidad de su perrita y, al despertar, decide lavar la almohada con jabón, pidiendo que las pulgas se vayan, pero que la magia permanezca.