En este relato, el narrador nos sumerge en una noche de invierno donde el frío cala no solo los huesos, sino también la rutina del hogar. Incapaz de dormir con los pies helados, busca desesperadamente un refugio cálido, primero con Nuria, su compañera imperturbable, y luego con Popi, la perra testaruda que prefiere la estufa a sus intentos de compañía. La narrativa combina una comicidad melancólica con una conexión tierna entre el hombre y su entorno, donde incluso los actos más simples, como compartir el sillón con una perra egoísta, adquieren un extraño sentido de camaradería y calidez. Al final, entre migajas de chocolate y mantas compartidas, el frío exterior queda eclipsado por un efímero calor compartido, por más imperfecto que sea.