A fines de 2013 le pregunté a Omar si podía entrevistarlo como parte del trabajo de campo que me encontraba realizando para mi tesis doctoral. Me recibió en Saverio, el bar cultural que había construido en una esquina del barrio Meridiano V. Era una siesta calurosa de noviembre y entre cafés y cigarrillos hablamos durante más de dos horas. No se trataba de una entrevista pensada a priori para su publicación, sino de una instancia de encuentro y conversación. Él lo comprendió al instante y se prestó con generosidad y agrado a perderse en el devenir del pensamiento, a hilvanar ideas sobre la marcha, a compartir el saber y el recuerdo, pero también la inquietud y la duda.