América Latina se presenta como la Región más urbanizada del mundo donde casi el 80% de su población habita en ciudades (CEPAL 2012). Tanto la Ciudad de La Plata como la mayoría de las grandes ciudades latinoamericanas presentan una morfología con límites difusos, donde con el paso del tiempo esos límites se transforman como consecuencia de la expansión urbana. El modelo de ciudad difusa según Indovina (1997), es la forma de organización del espacio en la que están presentes elementos de la constitución física de la ciudad, pero que no presenta densidad, intensidad y solución de continuidad típicos de la ciudad. Por tanto, está constituida por diversas formas de residencia, por infraestructuras y redes, por equipamientos y servicios, por zonas de especialización, por espacios públicos y también, por las relaciones sociales y económicas que se desarrolla una cultura determinada extendida en el territorio.
La región más urbanizada del planeta no es necesariamente la más planificada, por el contrario, presentan una debilitada presencia del Estado sobre su territorio, donde el mercado es el principal y hegemónico mecanismo de coordinación de las decisiones sobre el uso del suelo y de la producción de la ciudad (Abramo, 2012). Es así que, las políticas de suelo urbanizadoras, con poco interés por el bien común, facilitan la difusión y fragmentación de los tejidos, la ruptura de las continuidades y el aumento de las distancias en el marco de intensos procesos de desigualdad social y urbana (Borja, 2014).