El término biodiversidad se utiliza para describir el número, la variedad y la variabilidad de organismos vivos y podemos entenderlo esencialmente como un sinónimo de “la vida sobre la Tierra”. La pérdida de biodiversidad es un hecho reconocido y establecido, tanto a nivel de la comunidad científica como del público general (Santini & Angulo, 2001). Las tasas de extinción se han incrementado en las últimas décadas y actualmente un gran número de especies están amenazadas por actividades humanas (Gardner, 2001; Beebee & Griffiths, 2005, Mandujano Rodríguez, 2011).
El manejo de la biodiversidad es un concepto amplio, hace referencia a una serie de acciones enmarcadas en una estrategia y orientadas a lograr un objetivo, definido sobre algún componente o nivel emergente de la biodiversidad (ej. una población, una especie, un hábitat, un ecosistema, etc.). Históricamente, la idea de manejo surge desde una visión productiva, asociada al aprovechamiento de los recursos naturales (Bailey, 1984; Leopold, 1986) (Ver Box 9.1. Historia del manejo en Argentina para mayor información).
Sin embargo, en la actualidad, otras situaciones llevaron a ampliar el término manejo a marcos de trabajo adicionales, con objetivos diferentes. A los fines que competen al alcance de este libro, en el presente capítulo desarrollaremos conceptos de manejo a escala poblacional. Se denomina “manejo de poblaciones” al conjunto de propósitos, conocimientos, experiencias y prácticas encaminadas a modificar o mantener la composición y estructura de poblaciones de fauna silvestre; es decir, aquellas actividades humanas que logren mantener, aumentar, establecer y/o disminuir el número de individuos de una población (Giles, 1978; Ojasti & Dallmeier, 2000). Según Hernández-Silva et al. (2018), el manejo se basa en metas de conservación, control, aprovechamiento sustentable y reproducción de especies silvestres in situ (dentro de su hábitat natural) o ex situ (fuera de su hábitat natural), criaderos estabulados (criaderos, granjas, etc.) o zoológicos.