Las enfermedades infecciosas constituyen un problema en los recién nacidos de todas las especies, pero cobra especial importancia en las explotaciones ganaderas, ya que genera importantes pérdidas económicas, ya sea por la mortalidad de las crías, los tratamientos que deben ser aplicados, y/o la disminución del crecimiento y el desarrollo de las mismas.
La salida de la vida intrauterina genera un gran cambio en el neonato ya que debe comenzar a respirar y alimentarse por sus propios medios, por lo que rápidamente deberá adaptarse a nuevas condiciones de vida. Por otro lado, pasa de un ambiente estéril como lo es el útero, a un medio ambiente lleno de microorganismos. Para poder afrontar estos cambios el sistema inmune juega un papel muy importante, sin embargo, al momento del nacimiento, el animal es hipo o agamaglobulinémico, lo que significa que la concentración de Ig en sangre es muy baja o nula, y si bien tiene un sistema inmune totalmente desarrollado y competente, este aún no tiene experiencia inmunológica ya que no ha tenido aún estímulos antigénicos. Por esta razón, en las primeras semanas de vida, la transferencia pasiva de la inmunidad, es decir el traspaso de los elementos inmunes (principalmente anticuerpos) desde la madre hacía su cría es fundamental para la supervivencia.