La cardiotoxicidad por agentes quimioterápicos es un área en rápido desarrollo, así como una de las que más interés generan debido al gran número de pacientes sobrevivientes de cáncer a largo plazo. La presentación más conocida de cardiotoxicidad es la miocardiopatía inducida por antraciclinas francamente ligada a la dosis administrada en el paciente en cuestión, pero no así la miocardiopatía o el síndrome de insuficiencia cardíaca producido por anticuerpos monoclonales, los cuales son ampliamente utilizados tanto en múltiples tumores sólidos (mama, ovario, riñón) como en afectaciones de la sangre (linfomas, leucemias).
La disfunción ventricular producida por dichos agentes limita la calidad de vida y aumenta el número de interrupciones del tratamiento de la patología de base.
En la práctica clínica es esencial identificar la lesión cardíaca subclínica, para esto se suelen utilizar una amplia variedad de métodos de imágenes, pero incluso de esta manera no son suficientes1. Es por esto que estrategias diagnósticas más avanzadas y sensibles son necesarias, y así es como surgen los biomarcadores que pretenden reflejar el sufrimiento metabólico y molecular previo a que el corazón claudique y genere síntomas en un paciente que ya presenta un deterioro basal de su estado general. En el trascurso de este trabajo trataremos de dilucidar si la troponina es capaz de predecir el posible síndrome de insuficiencia cardiaca en un paciente tratado con anticuerpos monoclonales.