Soñamos, lo queramos o no. Soñamos para explicarnos el horror, para tejer sobre lo indecible. Por eso todas las culturas, en todos los tiempos, le han hecho su lugar al sueño. Lo novedoso de Freud es que desde el comienzo de sus investigaciones los utiliza como vía de acceso al inconciente. En ese camino rápidamente tropieza con cierto límite, límite a partir del cual no se puede avanzar más, punto en el cual la interpretación se detiene. El nombre que le dio a ese lugar inaccesible fue el de “ombligo del sueño”.