El malestar en la cultura, texto publicado íntegramente en el año 1930, nos permite realizar un camino de lectura que tiene presente en todo su recorrido a la cultura como referencia permanente. Serán muchos los “movimientos” teóricos que, en este texto, podremos encontrar.
Según refieren varios autores (por ejemplo, Assoun, 2006, p. 137, e inclusive el propio Freud), la cultura fue un interés temprano y persistente a lo largo de su vida. Para ceñir este recorrido, entonces, podemos partir de la pregunta por qué pretende nombrar con el término cultura.
Como lo señala el texto elegido para el epígrafe, luego de un largo rodeo Freud regresó al interés temprano por las cuestiones referidas a la cultura. Pero sobre todo a aquello que refiere como “problemas culturales”. Se trata de una cuestión que no solo es de orden teórico.
En este recorrido encontramos todo un entramado y desarrollo metapsicológico, que involucra a la pulsión, a la necesidad de castigo, a varias “figuras” del superyó, el prójimo o el semejante, la nerviosidad moderna, y la renuncia pulsional como “mar de fondo”.
Sabemos que la cuestión central del texto del que nos ocupamos reside en poder dar cuenta de las consecuencias de la renuncia pulsional. La cultura implica esa renuncia pulsional y, por consiguiente, el malestar correspondiente. Sin embargo, no se puede dejar de señalar ese estado paradojal en el cual la cultura implica renuncia de la pulsión al mismo tiempo que se queja de las consecuencias de la misma. Se trata, justamente, del malestar a causa de la renuncia que se genera en el “universo” de la cultura. No hay una duda que a Freud le interesaban los problemas “culturales”.