La infección es la resultante de la lucha entre el protoplasma bacteriano y el del huésped; no es posible por lo tanto considerar unilateralmente este proceso, como yo lo manifestaba en 1901, en mi tesis de profesorado. La infección se debe a un doble proceso de adaptabilidad protoplasmática: la del germen que trata de amoldarse al medio interno del invadido, para poder seguir viviendo y la de éste que a su vez se modifica para sobrepasar las adversas condiciones en las cuales le coloca el invasor, lucha de adaptaciones que constituyen la infección, es decir, la posibilidad del microorganismo de poder pulular en el macroorganismo y luego la enfermedad representada por las reacciones orgánicas ante las manifestaciones de la vida del invasor. Sin modificaciones del elemento introducido paraenteralmente no puede haber infección, cuando más habrá intoxicación, como cuando se inyecta una proteína tóxica que actúa por su acción y no por su evolución.