La agrobiodiversidad es un componente de fundamental importancia para satisfacer las necesidades humanas. Asimismo, es un concepto complejo, ya que además de referirse a la “variedad de vida”, genes y especies en nuestro planeta, se relaciona con distintos procesos ecológicos de suma importancia para la sustentabilidad de los sistemas, como: la sucesión, la regulación biótica, el ciclado de nutrientes, el flujo de energía y la regulación del ciclo del agua.
De esta manera, el mantenimiento y estudio de la agrobiodiversidad y los sistemas basados en una alta diversidad in situ, pueden contribuir a diseñar sistemas agrícolas sustentables (Marasas, 2012; Sarandón et al., 2014). A su vez, la agrobiodiversidad, lleva impreso un fuerte componente cultural; la diversidad biológica y la diversidad cultural van de la mano. A lo largo de la historia y de la agricultura, el ser humano ha aplicado sus conocimientos para el mantenimiento y uso de la agrobiodiversidad. Cada semilla que ha sido cultivada y conservada implicó aciertos y errores ligados al proceso de mejoramiento y experimentación tanto desde el punto de vista productivo como de los múltiples usos de la agrobiodiversidad. Es así como las semillas no sólo son la base biológica del componente vegetal cultivado en un agroecosistema, sino que se establecen como símbolo de la historia y tradiciones de quienes las cultivan y las conservan, y de quienes consumen sus productos. Desde hace unos años, estos procesos locales de generación y mantenimiento de agrobiodiversidad resisten y se mantienen en mano de familias agricultoras que cultivan, usan y conservan semillas locales en un escenario desfavorable que tiende a la simplificación de los sistemas productivos. En efecto, el avance de la lógica capitalista en el sector productivo, cuyo emblema puede identificarse con el “modelo de la revolución verde”, viene reduciendo drásticamente la diversidad genética de cultivos, así como impulsando el uso de tecnologías insumo-dependientes y trayendo aparejadas importantes consecuencias productivas, ecológicas y sociales en el sector agroalimentario. Sin duda, uno de los principales problemas ha sido la pérdida de agrobiodiversidad y la concentración genética.