La expansión de la cultura impresa abrió a nuevas prácticas a quienes empezaban a incorporarse al mundo de lo escrito a comienzos del siglo XX.
Alrededor de 1920 existía en Argentina una multitud de publicaciones periódicas “populares”, en una zona de intensos intercambios entre la cultura de izquierda y el mercado: periódicos obreros, magazines, revistas de canciones y de teatro, folletos semanales y diarios masivos. Además de ofrecer una variedad inédita de materiales de lectura, estas publicaciones impulsaron a muchos lectores a hacer sus propios ensayos de escritura.
En algunos periódicos de izquierda la orientación pedagógica se combinaba con la idea de que todo el mundo tenía algo que expresar. El estímulo a los autores aficionados, presente ya desde fines del siglo anterior, se hizo visible en diarios y revistas anarquistas que invitaban a sus lectores a “decirle algo a la humanidad” enviando “alguna poesía, epigrama, de algún trabajo literario, sociológico, científico o de filosofía; de alguna anécdota o chiste, fábula o apólogo; de algún juicio crítico o pieza de teatro, argumento cinematográfico”.