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La presente tesis en su conjunto provee un análisis de la producción, la tecnología, la tierra, los agentes de la producción, la comercialización, la fuerza de trabajo que, en interacción, brindan elementos no sólo para interpretar las transformaciones en la estructura agraria hortícola platense en los últimos 20 años, sino que también logran desarrollar o poner en cuestión el nuevo modelo de producción y abastecimiento a nivel agregado. Estas transformaciones fueron descriptas y analizadas en un marco amplio (en variables y en el tiempo) y profundamente detallado. El diseño metodológico combinó procedimientos cuantitativos y cualitativos, y constó de relevamientos de información secundaria y primaria. Se realizó una amplia búsqueda y uso de fuentes publicadas e inéditas para tratar todas las temáticas de la tesis. Estas reseñas se articularon con información primaria, es decir, la que se obtuvo a partir de una serie de entrevistas en profundidad y a través de los estudios de caso, complementadas con informantes claves y actores sociales relevantes. La misma buscó además la confirmación de la información secundaria y el aporte de nuevo y/o mayor significado. Esta recopilación de información ha sido analizada y rediscutida en los ámbitos académicos, de investigación y extensión en los cuales participo, reelaborando e incorporando progresivamente los avances, comentarios y aportes realizados. Tres son los pilares que, en gran medida, explican las transformaciones en cuestión: el horticultor boliviano, la explotación de la fuerza de trabajo y el invernáculo. La estrategia de adopción del invernáculo tenía y aún conserva como guía la búsqueda de diferenciarse. La diferenciación de las hortalizas bajo invernáculo en: i) calidad de producto (lo que implica no sólo un mejor precio vs. una hortaliza “a campo”, sino que además posibilita la concreción de la venta del producto, no siempre garantizada en un mercado siempre cercano a la saturación); ii) sobreprecios por oferta en períodos de baja producción; iii) una más rápida circulación de capital y uso más eficiente de los medios de producción, ya que los mismos no se sesgan al período estival sino que se puede producir todo el año; y iv) una productividad que permite diluir los mayores costos totales aportando al mercado un producto de “calidad” a precios difícilmente competitivos para el resto del Área Hortícola Bonaerense, y más aun, para las regiones extra-bonaerenses, las cuales poseen un significativo costo de transporte. Esta diferenciación que resulta ya una característica distintiva de La Plata, tal vez no permitió en los ’90 la acumulación de capital, pero sí la posibilidad de persistencia en el sector productivo hortícola. Post-2001, resultaría indispensable para la expansión a nivel quinta y regional. Y esta expansión trajo consigo cambios en el abastecimiento del principal mercado del país (Gran Buenos Aires). Tras analizar las modalidades de mano de obra existente en el sector, se observa una prácticamente total precarización, informalidad y fuerte explotación de la fuerza de trabajo hortícola. Sobre esta característica se asienta una porción importante de la competitividad que muestra la capital bonaerense, en interacción con la que brinda el invernáculo. Esta situación fue posibilitada y exacerbada en los años ’90 por la desregulación, flexibilización laboral y política migratoria que obligaban al trabajador extranjero con irregular documentación a aceptar condiciones (de trabajo y de vida) paupérrimas. Si bien parte del contexto se modifica post crisis del 2001, hay una continuidad en esta forma de uso de la fuerza de trabajo, aun cuando el estrato de productores en forma mayoritaria se encuentra ocupado por quienes han pasado por esta situación. La competitividad quedaría renga si no se menciona el rol asumido por el horticultor boliviano y su relación con la explotación de la fuerza de trabajo en todo este proceso. Su capacidad y aporte de trabajo, contracción del consumo, privilegio de inversión en la Unidad de Producción, generación de redes de intercambio de información, financiamiento, la imposición de nuevas formas de comercialización y su interacción con el invernáculo complementa la explicación de los pilares de estas transformaciones. Las estrategias del horticultor boliviano les permiten una lenta acumulación de capital y hasta posibilita su ascenso social. Dicho ascenso es sustitutivo, puesto que este horticultor en un principio se impone ante la oferta de trabajadores criollos, al no aceptar estos últimos las condiciones de trabajo que este sujeto ahora permite. Luego, el desplazado es una importante porción de los propios productores criollos e italianos de baja competitividad, a quienes su aburguesamiento les impide un retroceso al status de capitalista con rasgos campesinos. Por último, este actor también le quita grados de libertad (léase, poder de apropiación del valor) al comerciante (cuando en otras regiones directamente lo desplazó). A nivel agregado, esta acumulación de capital y ascenso social se evidencia en una expansión de la horticultura platense, en donde los desplazados pasan a ser otras regiones, desde el ya extinto Cinturón Hortícola Bonaerense, hasta cinturones distantes como el rosarino. También muestra influencia en el retroceso de abastecimiento de otras regiones hortícolas y hasta imponiéndose en mercados lejanos. Este modelo “exitoso” presiona en búsqueda de nuevas formas de apropiación del valor generado, algunos con el propósito de una mayor acumulación, otros para persistir. Así es cómo en esa búsqueda también se transforma el sistema de comercialización. Esbozando un conjunto de canales que represente las múltiples modalidades por las cuales este particular producto sale de la quinta y llega al consumidor, resalta la persistencia del mercado concentrador como la vía más importante de comercialización de hortalizas, a nivel provincial, del Área Hortícola Bonaerense (AHB) y platense. Sin embargo, la persistencia de la estructura no puede ocultar los significativos cambios que se están produciendo, en los cuales la colectividad boliviana tiene una fuerte incidencia. Buscando más transparencia, equidad y apropiación del valor generado, estos horticultores modificaron los equilibrios en los sub-canales de comercialización. A partir de los ‘90 y principalmente tras la crisis del 2001/02, la venta vía consignación fue perdiendo lentamente importancia. En la región Sur del AHB, principalmente en La Plata, adquirió auge la venta en quinta, mientras un paso más adelante parecen haber dado los productores bolivianos del Norte y, en menor medida, del Oeste del AHB, quienes comercializan mayoritaria y directamente en los mercados concentradores. Este avance del horticultor boliviano sobre el eslabón de comercialización en todo el AHB, con desigual grado de penetración según regiones, la creación de nuevos mercados mayoristas y la modificación de los existentes, junto a la bolivianización del resto de los agentes del sistema (transportistas, venta minorista, etc.) son hechos visibles que tienen directas implicancias en las estrategias comerciales y productivas de los horticultores, como así también en la reestructuración de toda la horticultura. Otra agente en búsqueda de apropiación del mayor excedente generado es el terrateniente. Este contribuye a incrementar el monto de la altísima renta de la tierra en La Plata, cuya viabilidad es posibilitada no sólo por la altísima inversión tecnológica y la concentración productiva en La Plata, sino que también por la fuerte explotación de la fuerza de trabajo (familiar y externa) y la aceptación de una menor tasa de ganancia por parte de los productores bolivianos. La influencia de las transformaciones tiene diferentes “niveles”. La tecnología del invernáculo platense posibilita una disponibilidad de hortalizas en cantidad y continuidad más amplia, casi sin baches a lo largo del año o bien de ciclo completo, logrando un desplazamiento de algunas producciones con pequeños nichos en el mercado del GBA y un mejor “empalme” con las producciones provenientes de las regiones hortícolas especializadas. Esto se logra en conjunción con la explotación de la mano de obra, ofertándose un producto “fuera de estación” y a un precio competitivo. La exacerbación de estos pilares de la “moderna” horticultura platense posibilita que esos mismos productos puedan llegar a competir en mercados lejanos. Así, este modelo platense no sólo logra restringir el ingreso de mercadería de otros cinturones verdes, sino que además genera una merma productiva por su capacidad de competencia en estos mismos mercados. Más aun, los productores de dichas zonas colaboran en esta reestructuración vía la compra de hortalizas en La Plata para ofertar en los aglomerados urbanos que otrora abastecían con su propia producción local. La “prepotencia” productiva platense tiene influencia a nivel nacional. A nivel regional se evidencia con claridad un proceso de diferenciación del viejo Cinturón Hortícola Bonaerense por cuestiones étnicas, tecnológicas, estructurales y de políticas (internacionales, nacionales y municipales). Esta diferenciación en las dinámicas que se observan en el Norte/Oeste y en el Sur, ponen en cuestión la existencia de un "CINTURÓN" Hortícola Bonaerense: tal vez sería más cercano a la realidad empezar a hablar de un “Archipiélago Hortícola”. Dos modelos son caducos: tanto el de las pequeñas áreas desarticuladas, tales como “islas hortícolas”; como la representación del Cinturón Hortícola Bonaerense, espacio continuo y homogéneo de producción hortícola que rodea al GBA. Las dinámicas de los últimos 20 años provocaron una tendencia de redistribución, concentración y especialización de la actividad en ciertas zonas, lo que dificulta y hasta impide las representaciones anteriores. Sin embargo, las nuevas zonas que emergen no son islas aisladas, valga la redundancia, como las que originalmente abastecían de hortalizas a la ciudad hasta la primera mitad del siglo XX. El intercambio de mercaderías producidas en el Sur y comercializadas por productores y/o en mercados de la zona Norte y Oeste, y la presencia de bolivianos vinculados en ambas zonas muestran que, si bien cada “isla verde” tiene su particularidad, están articuladas entre sí y funcionan en interrelación y complementariedad. Y a nivel local, la expansión en la superficie del invernáculo y su correlato en la producción por la altísima productividad le permite a La Plata ser hoy día el responsable de más del 72% de la oferta del área hortícola (Archipiélago Hortícola) que rodea al GBA. Pero La Plata no sólo ganó espacio en el gran mercado bonaerense, sino que también amplió los destinos de su producción a regiones otrora difíciles y hasta imposibles (competitivamente) de ingresar, tales como la ciudad de Santa Fe, Rosario y la Costa (área de influencia de Mar del Plata) convirtiendo a su producción en una amenaza aun para provincias como Mendoza. Así, el nivel tecnológico, volumen, calidad, periodo de oferta y precios hacen de la capital bonaerense la principal región productiva de hortalizas frescas del país. En síntesis, la interacción invernáculo - fuerza de trabajo y rol del horticultor boliviano en La Plata generaron, a nivel nacional, una ampliación en el aprovisionamiento del mercado del GBA cuanti y cualitativa, generando una oferta más regular a lo largo del año. A nivel regional, las estrategias claramente diferenciales en juego fueron responsables de la desestructuración del viejo Cinturón Hortícola Bonaerense y de la reestructuración del Archipiélago Hortícola. Mientras que a nivel local, las transformaciones generadas resultaron de tal magnitud que hasta ponen en duda la categorización de La Plata como “cinturón verde”, al menos según sus rasgos típicos. El modelo productivo platense sigue haciendo usufructo de las ventajas comparativas del cinturón verde (cercanía al mercado), y lo potencia con características de alta inversión tecnología y explotación de la fuerza de trabajo. Dicha combinación, de la mano de estrategias adoptadas por el horticultor boliviano, llevaron a la horticultura platense a una expansión productiva y diferenciación, con impacto en la estructura agraria hortícola local, regional y nacional. Finalmente, este nuevo modelo competitivo y que en su superficie aparenta como exitoso, no puede ocultar sus pies de barro: un uso no sustentable de los bienes comunes, y paupérrimas condiciones de trabajo y de vida (familiar y externo).