La pintura, cuestionada por su raíz burguesa, su restringido alcance social, por sus relaciones con el pasado y por ocupar el centro de un mercado que fue a la vez responsable del proceso de autonomización artística y cómplice del de mercantilización de la obra, sigue sosteniéndose entre las manifestaciones del arte contemporáneo como un bajo continuo. Más allá de los cuestionamientos vanguardistas no dejó de ser una de las alternativas desde donde seguir dando pelea y continuó siendo una opción válida dentro del repertorio material de las artes plásticas. Carlos Gorriarena y Carlos Alonso, dos artistas de la misma gcneración-en quienes se centrará este ensayo-, operan desde la pintura y desarrollan a partir de ella dos proyectos creadores con identidad propia, tratando de responder, uno y otro, a la compleja coyuntura nacional que signó el curso de los conflictivos años '70 y comienzo de los '80.