Se distinguen naturalmente las imágenes y las palabras como pertenecientes a universos diferentes: de un lado, aquel de las palabras, del Verbo, del pensamiento, de la creación literaria o de la información; del otro, aquel de las imágenes, del sueño, de la emoción, de la seducción o de la manipulación mediática.
En la película titulada The passenger, (en francés Profession reporter), en 1974, el cineasta Michelangelo Antonioni hace decir a uno de sus personajes, traficante de armas, al dirigirse a un periodista reportero de imágenes: “ustedes trabajan con las palabras y las imágenes: son cosas frágiles…”. Se podría (¿se debería?) colocar esta frase en el frente de todas las escuelas de arte o de periodismo: las palabras y las imágenes son, en efecto, cosas frágiles y preciosas. Sin embargo, no dejamos de oponerlas y maltratarlas prejuiciosa y apresuradamente.
Este texto tiende a apaciguar esta tensión, deseoso de conducir esta oposición a modalidades de interacción más justas.
Nos proponemos entonces examinar el proceso hecho a la imagen en nuestras sociedades en un discurso común y repetitivo en términos de “a favor de las palabras, contra la imagen”1 . Frente a ello, nos propondremos un discurso “a favor de la imagen con las palabras”, con la ayuda de algunos escritores.