La aparición de una denominación que señala un nuevo campo de conocimientos no responde a un florecimiento espontáneo ni a una calculada estrategia. Por lo general, como si de un paradigma se tratara, suele responder a que los marcos existentes para el análisis y la investigación de una determinada parcela de conocimientos se han visto insuficientes ante nuevas emergencias teóricas, sociales o productivas (en el doble sentido de producción de objetos y de cambios en el sistema de producción).
En el caso específico que nos ocupa en este artículo, la emergencia de la noción de cultura visual y del campo de estudios que la aborda no responde a una intencionalidad, por decirlo de alguna manera, intrínseca o esencialista, de un movimiento que emerge de forma espontánea y que, al institucionalizarse, pretende legitimarse.
Los Estudios de Cultura Visual son un reflejo de los cambios, de un devenir a lo largo de los últimos treinta años1 en las concepciones y las prácticas de diferentes disciplinas como la Historia del Arte, la Lingüística, la Antropología, la Sociología, el Psicoanálisis