Desde hace mucho tiempo la naturaleza, y en particular los paisajes naturales, han sido uno de los enfoques de la apreciación estética. Sin embargo siempre ha estado poco claro exactamente en qué consiste esa apreciación. No se puede tomar como modelo, por ejemplo, la apreciación del diseño presente en las obras de arte. Es decir, respecto a la naturaleza no tiene mucho sentido fijarse en los estilos o en la habilidad del artista o en su intención. Recientemente se ha argumentado que la apreciación de la naturaleza simplemente ha de entenderse en términos del orden perceptible en la naturaleza. Mi tesis es que el arte rupestre puede ser una valiosa fuente de discernimiento del orden específico que es relevante en la apreciación estética de la naturaleza.