La expansión cuantitativa de la matrícula universitaria y a la vez, el incremento de la desigualdad de acceso a la misma, constituyen una preocupación creciente en el contexto de la educación superior a nivel mundial [1].
Por otra parte, las universidades latinoamericanas, caracterizadas por su permanente lucha de igualdades sociales, inmersas en esta nueva sociedad, en donde el conocimiento, según Peter Drucker, “se convertirá en el único auténtico capital", buscan reorganizar sus estructuras y reorientar sus misiones para lograr que el acceso al conocimiento se transforme en la barrera más eficiente contra la exclusión social [2].
En nuestro país, las universidades han implementado diversas estrategias para enfrentar esta problemática, desde establecimiento de condiciones de ingreso , cursos de nivelación, programas de articulación con el nivel medio , apoyo a los ingresantes a distancia, becas de ayuda económica, jornadas de orientación vocacional, etc. , buscando minimizar el impacto de las consecuencias de la masividad [3][4].