Es frecuente el uso de metáforas visuales en la descripción de los procesos cognitivos. Cuando entendemos algo solemos decir que lo vemos. Tratamos de poner nuestras ideas en claro, de acomodarlas, de enfocar nuestro pensamiento. Lo apropiado y usual de estas metáforas nos dan la pauta del nexo existente entre lo que vemos y lo que pensamos.
La interrelación entre las acciones mentales y las percepciones externas no es accidental. Como dice Norman: “Sin ayuda externa, la memoria, el pensamiento, y el razonamiento estarían restringidos.
Pero la inteligencia humana es altamente flexible y adaptativa, capaz de inventar procedimientos y objetos que le permitan superar sus propios límites. El poder real proviene de divisar estímulos externos que realcen las capacidades cognitivas. ¿Cómo hemos incrementado nuestra memoria, pensamiento y razonamiento? Por la invención de ayudas externas, de cosas que nos hacen más inteligentes” [Nor93].