Un recorrido histórico a lo largo de la última década, trazado en imágenes de nuestra vida cotidiana, no dejaría dudas a nadie, con mirada atenta, acerca de la dimensión alcanzada por el impacto de las llamadas tecnologías de la información y de la comunicación en la sociedad contemporánea. Es evidente que además de constituirse en elementos culturales, estas tecnologías se han integrado a los procesos productivos industriales y modificado tanto los mecanismos de gestión del conocimiento como los modos de trabajo profesionales.
En este contexto, queda claro que esta sociedad de la información plantea hoy nuevas demandas y necesidades formativas a las instituciones universitarias. La obsolescencia y la resignificación de ciertos contenidos, la sobreabundancia de información en un mundo global, los nuevos paradigmas comunicacionales y la arquitectura de los nuevos contextos laborales deben ser incorporados como elementos básicos de análisis y reflexión al momento de diseñar y desarrollar las prácticas educativas. Desde la perspectiva del currículum universitario, esto supone la incorporación de una dimensión tecnológica que atraviesa las disciplinas y que se sostiene en la necesidad de que cada persona adquiera hoy una comprensión profunda de la tecnología para interactuar con la información, la comunicación y la solución de problemas, integrándola positivamente como un recurso de la cultura para futuros aprendizajes.