Desde una perspectiva de los estilos del discurso oral, en un trabajo reciente caractericé dos clases contrastantes de relatos nivaclé, los solemnes y los risibles. Sugerí también que ambos estilos compartirían, empero, una misma configuración semántica, la del mito, cuestión ésta que tras efectuar algunas precisiones indispensables pretendo retomar en esta oportunidad.
Entendí por “solemnes” aquellos mitos que exploran el interjuego orden-desorden con gravedad y circunspección; aunque no están exentos, ciertas veces, de algún seso cómico, suscitan por eso el respeto de los oyentes. A la inversa, definí como “risibles” a aquellos otros que mediante una deformación grotesca de las reglas y las categorías sociales, provocan por la vía del ridículo un gran jolgorio que la presencia del antropólogo pareciera acentuar (Siffredi 1988)