A fines del siglo XIX el aspecto arqueológico del Noroeste argentino entra de lleno en la dilucidación de los problemas del pasado nacional. Las primeras manifestaciones fueron promisorias y los esfuerzos de los estudiosos ocasionales o sistemáticos –cuando no movidos por una franca vocación- abrieron un amplio cauce que fue recibiendo un caudal mas y mas abundoso. El nuevo siglo no detuvo la corriente, ni siquiera la aminoró, sino que registró numerosos progresos. Fue dado observar una mayor extensión de la zona estudiada, a la par que se intensificaba la tarea, y con frecuencia se cosechaban resultados más satisfactorios. A los maestros y aficionados de la primera hora se substituyeron o se agregaron los contingentes de nuevas generaciones de arqueólogos, algunas de cuyas figuras bien pronto cobraron destacado relieve.