Desde tiempos remotos, el cultivo de la tierra conllevó un considerable esfuerzo al ser humano. Ya en el Génesis está escrita la maldición divina “Mediante el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de que fuiste formado; puesto que polvo eres, y en polvo te volverás” (Gén., 3, 19). Pero hoy en día, con mucha desocupación, no sólo en nuestro país sino en muchos otros países del mundo, el trabajo, y por consiguiente estas palabras, se deben reinterpretar más como una gracia divina que como una maldición, no sólo entre nosotros sino en todo el mundo Si bien el cómo se efectuaba antiguamente el cultivo es bastante conocido, poco se sabe, en general, a cuánto asciende ese esfuerzo. La finalidad de este trabajo es tratar de cuantificar el insumo y la productividad del trabajo humano y su evolución a través del tiempo.