El golpe de 1955 quitó al peronismo del poder político,iniciando el período de proscripción del partido en general y de su líder en particular, que se prolongó –salvo los breves y limitados intervalos durante los gobiernos de Frondizi e Illia hasta el 25 de Mayo de 1973. La proscripción y el exilio del líder del movimiento, Juan Domingo Perón, dejaron un espacio vacío de representación que distintos actores políticos intentaron ocupar a lo largo del período. En el plano político, el mismo se caracterizó por la imposibilidad de consolidar una salida institucional que excluyera al partido mayoritario, el peronismo, expresado en la alternancia de dos fracasos institucionales por sustituirlo (Frondizi e Illia), con las administraciones dictatoriales militares. En el plano económico,por la implementación del “modelo desarrollista” concentrador y la creciente adopción de medidas económicas pensadas desde los organismos internacionales representativos del poder económico. Tal proceso, debe ser inscripto en el orden de un contexto internacional caracterizado por el cruce de dos grandes ejes de conflictos: el llamado Norte-Sur y el denominado Este-Oeste. En el mundo del trabajo, golpeado por la implementación de políticas de control y represión del Movimiento Obrero (MO),tuvo lugar la articulación de dos procesos contradictorios. Por un lado, la desvinculación de las jerarquías enquistadas en las estructuras sindicales crecientemente burocratizadas, de sus supuestos representados. La adopción de un rol político claro por parte de éstas, expandido por fuera del ámbito del trabajo y en ocasiones en abierta contradicción con su función en la relación capital-trabajo. Esto cristalizó una práctica gremial,que alternando la política del colaboracionismo con la del enfrentamiento con los gobiernos, instaló la dinámica confrontación-negociación como modo de consolidar una estructura corporativa de poder. Por otro lado, encontramos el surgimiento de una dirigencia sindical nacida de las bases del mundo del trabajo,particularmente en aquella relación capital-trabajo constituida en los sectores que el nuevo modelo instaló como dinámicos.Este nuevo sindicalismo, se opuso tanto a la patronal y al gobierno como a la burocracia sindical. Su crecimiento en el ámbito laboral, quedó patentizado en el acceso a la conducción de la CGT en el congreso normalizador de 1968, en el marco dela creciente movilización popular y la incorporación de nuevos actores a la escena política interna. El compromiso militante, la combatividad, la transparencia y la honestidad de sus referentes, alumbraron un cambio ético-político generacional enel movimiento obrero organizado, que prometió la renovación definitiva en el sindicalismo argentino, reconciliándolo con el período de su nacimiento y desarrollo inicial pre-peronista. Parecía que un nuevo ciclo de nuestra historia reciente,reinstalaba materializado el proyecto de aquellos dirigentes de base de principios de siglo, frustrados por el surgimiento y apogeo del peronismo. Sin embargo, hacia el final del período,la pretendida renovación murió en el intento y la burocracia colaboracionista salió favorecida. El presente trabajo, intentará dar cuenta de los aspectos principales que se articularon constituyendo la dinámica interna de este proceso.